miércoles, 16 de noviembre de 2016

¿Por qué los profetas y primeros cristianos nazarenos fueron vegetarianos?


Jardín del Edén, Hieronymus Bosch. 
Museo del Prado

Según vimos hace unos días, la alimentación ideal de una humanidad en armonía con el espíritu divino es a base de frutas y otros frutos-semillas de la tierra, tal como se expresa en Génesis 1:29. 

Obviamente, el consumo de carne ni siquiera era aceptado por los profetas inmediatamente después de la gran catástrofe, cuando se incluyó el consumo de huevos, leche y miel "naturales" (no industrializados). Un hecho que fue ocultado con pequeñas modificaciones e interpretaciones incorrectas de Génesis 9, que aún contiene pasajes claros:

...os abstendréis de comer carne con su alma, es decir, su sangre (Génesis 9:4 NC).

Pero como ya apunté, esto nunca debe precipitar a nadie  a ser vegetariano, ni a criticar a quienes gustan de la carne. No basta con dejar de comer carne o pescado. Hay muchos elementos a tener en cuenta y es necesario comprender bien lo que uno está haciendo y por qué lo hace. Las razones pueden ser espirituales, éticas o de salud, pero implican un conocimiento profundo de uno mismo.

Tengamos en cuenta que el ser humano lleva miles de años desarmonizado, impulsado a comer proteína animal debido a perturbaciones planetarias. Al ser incapaz de conectar con el espíritu, el cuerpo se ve incapaz de sacar energía de frutos de la tierra, a no ser que haya una buena planificación nutricional.

Con todo, la alimentación vegetariana, sigue siendo la mejor para superar la mente carnal literal y potenciar el desarrollo de las capacidades espirituales que han de acercarnos de nuevo a dimensiones superiores y bajar el cielo a la tierra, desactivando futuras perturbaciones. 

Eso sí, siempre y cuando haya comprensión de cómo ser vegetariano sin comer demasiado, sabiendo elegir los alimentos, cocinarlos sin destruirlos, y nutriendo el cuerpo con el espíritu.

Ahora, por si a alguien aún le entran dudas del vegetarianismo de los apóstoles y primeros cristianos, comencemos con algunas citas:

Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24 RV).

Los cristianos se abstenían de todo alimento animal (Plinio el Joven, Carta a Trajano, Libro X:9).


Entre ellos no hay ningún derramamiento de sangre; ningún animal es matado ni troceado; entre ellos no se huele el espantoso olor de la comida de carne (Juan Crisóstomo, acerca de los cristianos ejemplares, Homilía 96).

Al apóstol Pedro se le atribuye:

Yo vivo de pan y olivas, a las que sólo en ocasiones añado verdura (Homilías Clementinas XII:6, VII:6).

Del apóstol Jacobo nos habla Jerónimo, Padre de la Iglesia: 

Santiago (Jacobo), el hermano del Señor, llamado el Justo fue nombrado jefe de la Iglesia de Jerusalén...Éste era santo desde el vientre de su madre. No bebía vino ni bebida fermentada; ni comía carne; nunca se rasuró ni fue ungido con aceite (Jerónimo, De Viris Illustribus) [1]


De Mateo nos habla Clemente de Alejandría, otro Padre de la Iglesia: 

Entre los alimentos son preferibles aquellos que pueden consumirse directamente sin necesidad de cocerlos, pues en todo momento se nos ofrecen listos para ser comidos y son los más sencillos. Por este motivo el apóstol Mateo vivía de granos, frutos de árboles y verduras, sin carne. Y Juan, que guardaba la temperancia en grado supremo, comía brotes de hojas y miel silvestre. Pero los sacrificios sangrientos, así lo creo, fueron descubiertos sólo por los hombres que buscaban un pretexto para comer carne, que también hubieran podido tener sin este tipo de idolatría (Clemente de Alejandría, Paidagogus II, 1:16)

El placer por la carne era desconocido hasta el diluvio universal; pero desde el diluvio se nos han embutido las fibras y los jugos pestilentes de la carne animal...Jesucristo apareció cuando se cumplió el tiempo, volvió a unir el final con el principio, de manera que ya no nos está permitido comer carne (...) Y por eso os digo, si queréis ser perfectos, entonces es conveniente no comer carne (Jerónimo, Adversus Jovinianum 1:18, 2:6)

Nosotros los líderes cristianos practicamos la abstinencia de la carne de animales para subyugar nuestros cuerpos [...] el antinatural consumo de carne es de origen demoniaco [...] comer carne contamina [...] las carnes y el vino alimentan la sensualidad y son fuente de peligro, pena y tristeza (Juan Crisóstomo, Homilía sobre Mateo 22:14)

No podemos olvidar las órdenes que el mismo apóstol Jacobo dio para comunicar a los llamados gentiles que querían seguir la enseñanza de Cristo: 

que os abstengáis de las carnes inmoladas a los ídolos, de sangre, de lo ahogado y la fornicación (Hechos 15: 29 NC).

Aplica tu corazón a la Instrucción y tus oídos a las palabras de Conocimiento...No estés con los bebedores de vino ni con los comilones de carne porque el borracho y el glotón se empobrecerán...Compra la verdad y no la vendas. Adquiere Sabiduría, Instrucción e Inteligencia (Proverbios 23:6-20).

Por supuesto, hay que saber leer entre líneas y ver el contexto. Necio es aquel que no discierne y se vuelve un sectario "acusador", como a veces les sucede a algunos vegetarianos, carnivorianos o seguidores de no se sabe qué hermandad espiritual.

Lo más que nos cabe hacer es amonestar o señalar posibles puntos débiles con ánimo de iluminar la oscuridad:

estoy seguro, hermanos míos, de que vosotros mismos estáis llenos de bondad, llenos de todo conocimiento, de tal manera que podéis amonestaros los unos a otros (Romanos 15:14 RV).

Sin olvidar que...

El conocimiento envanece, mas el amor edifica. Y si alguno piensa que sabe algo, aún no sabe nada cómo debe saber (1 Corintios 8 RV)

Evitar la actitud acusadora basada en la pétrea ley moral escrita es precisamente lo que hizo Yahshua, y que más tarde imitó el apóstol Pablo cuando se pronunció sobre costumbres y alimentos:

Bueno es no comer carne, ni beber vino ni nada en que tu hermano tropiece, o se ofenda, o sea enfermo (Romanos 14:21 SE1569).

Pablo supo ver que los aspirantes que aún experimentaban una lucha cruenta contra la carne y ciertos hábitos dañinos por falta de comprensión, podían sentirse ofendidos o debilitados viendo a otros con más experiencia hacer algo que en principio podría parecer contradictorio. De ahí sus palabras:

la comida no nos recomendará a Dios; pues ni somos menos si no comemos, ni somos más si comemos, ni porque no comamos seremos menos. Mas tened cuidado, no sea que vuestra libertad se convierta en piedra de tropiezo para el débil (1 Corintios 8: 8-9 LBA).

Una cosa es que en una ocasión puntual alguien con comprensión pruebe la carne, por alguna razón específica, incluso siendo algo tóxico, como el cerdo o el marisco. 

Por ejemplo, algunos maestros espirituales vegetarianos han comido carne para romper la "mente rígida" de algún alumno. Quizá fue éste el caso del Príncipe Sidharta, el Buda, de quien dicen los textos que murió de comer cerdo, seguramente en mal estado. Quién sabe. Pero habría sido una lección de órdago.

Anécdotas aparte, algo muy distinto es que un aspirante espiritual convierta la carne en dieta asidua sólo para satisfacer las peticiones de su panzudo Moloch estomacal.

Esto último es de hecho lo que llegó a sucederle al pueblo judío, que no supo comprender la dimensión espiritual de las enseñanzas de Moisés, y demandaban enseñanzas más literales, a menudo reflejadas en el consumo de carne:

Y el pueblo comenzó a quejarse en la adversidad a oídos del Señor...Y el populacho que estaba entre ellos tenía un desde o insaciable; y también los hijos de Israel volvieron a llorar y dijere: ¿Quién nos dará carne para comer? Nos acordamos del pescado que comíamos gratis en Egipto, de los pepinos, de los melones, los puerros...Nada hay para nuestros ojos excepto este mana –Números 11: 4-9

Por supuesto, Moisés no daba crédito al hecho de que la gente prefiriese una religiosa vida carnal basada en seguir a líderes religiosos antes que a enseñanzas profundas sobre la realidad y el Dios interior: 

¿De dónde he de conseguir carne para dar a todo este pueblo? Porque claman a mí diciendo: Danos carne para que comamos. Yo solo no puedo llevar a este pueblo –Ibid

Ese pasaje es clave para comprender por qué fue introducida la Ley de piedra, la cual incluía algunas de las regulaciones sobre el consumo de carne, que ya vimos en el anterior artículo.

Por supuesto, el Mesías Nazareno levantó el velo carnal de la Ley, mostrando la verdadera Ley Espiritual que nos hace libres, ofreciendo la Comprensión divina y no sólo el Conocimiento espiritual o Maná de Moisés. Pero muy pocos supieron entender ambos lados, y quedaron presos de la mente carnal.

si vivís según la carne moriréis; mas si con el espíritu mortificáis las obras del espíritu viviréis (Romanos 8:13)

Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos (Gálatas 5:24 RV).

Consecuentemente, quien siente la Consciencia Divina rozando su interior, deja de sentirse atraído por el consumo carne, y pierde por así decir el "gusto" por la misma, pues ya es consciente del proceso que ese alimento ha llevado hasta llegar a la mesa, y no puede evitar ver en su mente espiritual cómo han torturado, matado y troceado al animal, sintiendo aversión al llevarse un trozo de animal muerto a la boca.

Y lo que es más importante, sabe qué comer y los pasos a seguir para nutrir el cuerpo sin exceso de comida.

Según las profecías el humano regresará a la dieta vegetariana original durante lo que se llamará el el Milenio (Apocalipsis 20), un tiempo pacífico en la tierra en el que muchas almas justas podrán reencarnarse si lo desean. Será un momento en que el nivel físico vuelva a conectarse al Jardín Paraíso que abandonó la humanidad hace miles de años. 

Y junto al arroyo...crecerá todo árbol de fruto de comer...y su fruto será para comer y su hoja para medicina (Ezequiel 47:12, SE1569).

Ahora bien, sin necesidad de esperar al Milenio, muchos profetas decidieron vivir como si ya estuvieran en el Paraíso

Mas otros vivieron como si ya estuvieran en el Reino de los Cielos, nunca anunciado a los profetas anteriores a Yahshua ha Mashiaj

Fue el caso de los seguidores del Mesías Nazareno, que no se guiaban por la vieja "resurrección del juicio" (Juan 5:29, Hebreos 9:27), la cual conlleva una disolución del alma en partes, que reencarnan en otras personas, incluso durante el Milenio. 

Los seguidores del Nazareno oyeron hablar de un Reino que no es de este mundo (Juan 18:36) y que aún así es omnipresente (Lucas 17:21, Romanos 14:17). 

Y también conocían lo que él llamó "resurrección de vida" (Juan 5:24-29), que tiene lugar antes de la muerte física y prosigue después de la misma, reencarnando de gloria en gloria (2 Corintios 3:18), por medio de la adquisición de cuerpos celestiales (i.e lunar, solar y estelar), tal y como explicó Pablo en 1 Corintios 15:40-47. 

Por desgracia, esto no fue comprendido ni explicado por ciegos que osan guiar a ciegos sin saber a qué zanjas se encaminan, poniéndose bajo el yugo del engañoso Dios de este Mundo (2 Corintios 4:4), y que gobierna nuestra humanidad caída.

Dado que los grandes profetas y cristianos de los primeros siglos vivían como si ya estuvieran de vuelta en el Paraíso del Edén o bien vivos en el Reino de los Cielos, no tenían necesidad de obrar por mera obediencia a leyes escritas, sino que su justicia era espontánea; el divino amor consciente que fluía a través de ellos. Y eso les permitía vivir de los "frutos vivos" de la tierra sin necesidad de matar, siendo capaces de recibir el Espíritu divino que cura lo incurable, incluso un mero déficit de vitamina. 

¿Cuántos pretenciosos guías religiosos son hoy capaces de vivir así?  

Los sistemas de religión carnal no pueden regirse por "leyes carnales y tradiciones de hombres" y por tanto están bajo el dominio del Dios de este Mundo, que juega el papel de Entrenador y Tentador de la Humanidad, estando constituido por múltiples fuerzas contradictorias de naturaleza estelar y planetaria: los llamados ángeles, príncipes, potestades, dominaciones y espíritus del aire mencionados en Romanos  8:38 y Ephesios 6:6. De ahí que en las Escrituras reciba muchos nombres, comenzando por Legislador o Yavé de los Ejércitos (Isaías 5:24), Ángel del Señor (Éxodo 23:20), siguiendo por Acusador (Apocalipsis 12:10), Príncipe de este Mundo (Juan 16:11), o simplemente Adversario, i.e Satán (Job 2). 

Unas fuerzas opositoras acusan y tientan forzando al humano a ser esclavo de todo lo carnal, mientras que el Dios de los Ejércitos exige a la humanidad pagar con "energía de sufrimiento" por todo lo que viola las leyes naturales codificadas en la Torah y todo lo que se recibe de la Naturaleza, incluido el cuerpo carnal y el consumo de carne, aunque sea de pavo.

Por eso el Maestro animaba a zanjar cuanto antes la deuda energética:

Reconcíliate pronto con tu adversario mientras vas con él por el camino no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil y seas echado en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo (Mateo 5:25).

Más adelante veremos la razón exacta por la cual Moisés tuvo que ofrecer una Ley carnal que regulaba el consumo de carne, y que fue escrita por ángeles severos, como explica Pablo en Gálatas 3.

Todo esto hace irónico que algunos de los auto-proclamados pastores y seguidores de Cristo confiesen ser amantes del bacon, la morcilla y las chuletas de cerdo, que serían de lo más aberrante para los primeros cristianos :)

Ahora, ¿de dónde parten los malentendidos?

no somos como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro para que los hijos de Israel no fijaran su vista en el fin de aquello que debía desvanecerse [i.e las rígidas obligaciones de la Ley escrita] (2 Corintios 3:14).

Al no comprender lo que significa "levantar el velo de la Ley" (Éxodo 34:34), ni querer comprender la Ley Espiritual, todas las Iglesias institucionales, comenzaron a forjar lo que se conoce como "teología del remplazamiento", creyéndose nuevos recipientes elegidos de Cristo y supuestamente "liberadas de la Ley". Y ciertamente, se convirtieron en nuevos recipientes, pero no de la Consciencia del Mesías, sino de las diabólicas sugerencias del Dios de este Mundo, lo cual llevó a crear nuevas tradiciones de hombres –como la denunciada por Jesucristo en Marcos 7– y una nueva Ley de piedra, con nuevas normas, nuevos y suntuosos templos de piedra, nuevos sacrificios y por supuesto–, nuevas dietas que ya ni siquiera respetan las sabias regulaciones de salud de la Torah concernientes al consumo seguro de carne y pescado, que implica evitar sangre, grasa, cerdo, marisco y otros carroñeros (Levítico 11, Deuteronomio 14, etc). 

Pero de todo esto ya hablaremos en el siguiente artículo, pues entraña ver que la enseñanza de los profetas, incluido Yahshua, tenía mucho que ver con la abolición del sacrificio carnal y todo lo que ello implica. 

Contrariamente a lo que se ha dicho, el Maestro Nazareno jamás probó el cordero ni celebró la pascua judía, que implicaba el consumo del mismo. Él era, como su propio epíteto indica, Nazareno, y los Nazarenos seguían la Pascua Esenia, tal y como indican las contradicciones conscientes introducidas en los Evangelios para burlar futuros cambios y modificaciones (ver artículo Jesús y el Calendario Esenio). 

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