lunes, 16 de noviembre de 2015

En Busca del Cristianismo Ebionita y Nazareno –Parte II



Jacobo el Justo & Hermanos 

Tanto los Evyonim del Qumran como la comunidad nazarena del Norte de Israel albergaba en su seno a hombres tremendamente respetables llamados Nazirim, Nazareos o Nazires, quienes estaban ligados al Monte Carmelo, Har Karmel, en el Norte de Israel. En dicha montaña sagrada se gestó la Escuela Profética restablecida por sabios como el profeta y nazir Eliyah.  

El Carmelo fue también el lugar donde se fundó la primera orden cristiana carmelita, la cual preservaba una obra esenia, según se supo en el S.XIX. Y los primeros carmelitas también siguieron los pasos nazareos.

En Números 6 se describe a los nazareos como gente que tomaba voto nazareo, consagrada por entero al Supremo: no comían carne, no bebían alcohol, no hacían sacrificios de animales en el templo y se dejaban el pelo largo. 

¿No se parecen estas costumbres a las de los Nazarenos de que hablaba Epifanio?

Nazaritas míticos fueron Samson, Samuel, Elías, Juan el Bautista y Jacobo el Justo, el mismo apóstol y hermano carnal de Yahshua.

Sobre Jacobo el Justo –Yaakob ha Tzadik– hay abundante información histórica y sabemos que fue asesinado en la Pascua del año 62 E.C, a manos del Sanhedrín, que estaba comandado por el sobrino de Caifás, que fue el acusador de Yahshua.

Y San Jerónimo, Doctor de la Iglesia, nos hace saber que Jacobo contrajo votos nazaritas perpetuos, no sólo temporales –como fueron por ejemplo los votos de Pablo (Hechos 18:18). Y lo hace citando a Hegesipo el Nazareno [1]:

Después de los Apóstoles, Santiago [Jacobo] el hermano del Maestro, apodado el Justo, fue nombrado cabeza de la Congregación de Jerusalén. Santiagos hay muchos. Pero éste era santo desde el vientre de su madre. No bebía ni vino ni ninguna otra bebida alcohólica, no comía carne, ni se afeitaba o cortaba el pelo ni se ungía con aceite ni se lavaba [en baños públicos]. Sólo él tenía el privilegio de entrar en el Santa Santorum [del Templo], ya que no empleaba vestimenta de lana sino de lino [como los Esenios Ebionitas] y acudía solo al templo y oraba por la gente, hasta el punto de que se decía que sus rodillas se habían endurecido tanto como las de los camellos.–Comentarios perdidos de Hegesipo el Nazareno, Jerónimo.

Clemente de Alejandría y otros Doctores de la Iglesia reconocieron que Jacobo fue el primer jefe de la Iglesia Nazarena, y no Simon Kefas (Pedro), como muchos creen.

Santiago [Jacobo], a quien la gente de antaño llamaba el Justo por su sobresaliente virtud, fue, como nos indican los registros, el primero en ser elegido para el trono episcopal de la Iglesia de Jerusalén–Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica.

Sin duda, todo esto es una auténtica joya que puede reavivar la verdadera fe de quienes ya no creen en cristianismos con coca-cola light.

Anécdotas aparte, no estamos seguros de que todos los Nazarenos hiciesen votos nazaritas perpetuos, aunque su vida era muy pura, lo cual no significaba que fuesen célibes. 

De hecho, los datos proporcionados en el Nuevo Testamento sugieren que entre los Nazarenos había mujeres y niños, como sucedía con la comunidad de Qumrán, cuyos documentos establecen reglas para ellos también.


Los Evangelios Canónicos hablan incluso de las hermanas y hermanos carnales de Jesús [Marcos 6:3, Mateo 12:46, Lucas 8:19-20]. 


Entre ellos se menciona a: Jacobo, Joses, Jude, Simeon, Mary y Salome. A quienes se les distingue claramente de sus hermanos espirituales o apóstoles, exceptuando a Jacobo, que era ambas cosas.

No olvidemos que Jacobo el Justo aparece escrito tal cual en la versión griega y vulgata latina de los Evangelios: Ἰάκωβος y Iacob. Sin embargo, entre las varias alteraciones que se hicieron para cribar los Evangelios, se halla la del cambio milagroso de Jacobo el Justo por Santiago el Justo, que además fue apodado “primo hermano de Jesús”, siguiendo la teoría de Jerónimo. Otros se sumaron a la postura de Epifanio y le llamaron “hermanastro”. Posturas aceptadas por las Iglesias Romana y Ortodoxa respectivamente, por miedo a afirmar que María tuvo hijos carnales.

Todo intentos bastante chistosos de rizar el rizo, fruto de desechar la Llave del Conocimiento (Lucas 11:52). 

Incluso Doctores de la Iglesia como Clemente de Alejandría y Orígenes reconocieron que los Evangelios eran alegorías que no se explicaban al vulgo, el cual era incapaz de comprenderlas. Mas con el tiempo, quienes olvidaron las raíces, quedaron huérfanos, incapaces de ver y oír los signos incontestables de la Verdad.


Así, muchos siguen sin comprender que la doctrina del nacimiento de una virgen tiene un sentido especial en el misticismo hebreo y otras culturas:


Todo aspirante al Reino de los Cielos ha de nacer del Agua y del Espíritu (Juan 3:5), es decir, de una purificación interior para poder nacer del Espíritu Santo, que es la manifestación del Amor y Mente-Luz emanada por el Padre-Madre, a través del Hijo.


Una vez nace el alma o individualidad incipiente, el bebé Cristo debe desarrollarse al menos hasta el grado de niño de la luz para así poder ser instruido:


Si no os volviereis como niños, no podréis entrar en el Reino


Ése era el sentido de Ebionita, pobre de orgullo, humilde. Sólo entonces puede uno ser guiado en el Camino y renacer en Reino del Espíritu interior –y antes de la muerte física, no después, pues de lo contrario el proceso ha de repetirse en la regeneración o palingenesia (a veces confundida con la reencarnación, la cual requiere un alto nivel, pues encarnar un alma es de por sí difícil).


Por cierto, el segundo nacimiento constituye el núcleo de la enseñanza de Sidarta el Buda, quien también nace de una virgen en su mito, como todos los demás mensajeros de las narraciones sagradas. 


Y aquí yace una de las controversias entorno a los Ebionitas. Ellos creían en la virginidad espiritual pero negaban la virginidad carnal de la madre de Yahshua, como es lógico. 


Pero esto produjo confusión entre los Doctores de la Iglesia, quienes no acababan de ponerse de acuerdo.


Orígenes y Epifanio (Hist Ecl III, 27) decían conocer a  Ebionitas que aceptaban el nacimiento de virgen, pero en general los Ebionitas eran considerados como los que negaban la virginidad carnal, aunque  aceptaban una espiritual:

[Los Ebionitas] representaban a Jesús no como nacido de una virgen, sino como el hijo de José y María de acuerdo al curso ordinario de generación humana, siendo sin embargo más justo, prudente y sabio que el resto de hombres. Además, después de su bautismo, Cristo descendió sobre él en la forma de una paloma del Supremo Gobernador, y entonces proclamó al Padre desconocido y obró milagros –Ireneo, Doctrinas de Cerinto, Libro I, Cap 26


Y respecto a los Neo-Nazarenos posteriores al siglo II se decía que aceptaban la virginidad de María. Sin embargo, Epifanio no tenía claro si consideraban a Jesús como un mero hombre o como nacido del Espíritu Santo y de María al mismo tiempo (Herejías, 29,7). 


Esto es un asunto que no tiene ningún misterio para aquellos que tienen oídos.

No obstante, para despejar dudas al respecto, el mismo Pablo llama a Jacobo el Justo el hermano del Señor en Gálatas 1:19, un apelativo que no aplica ni a Pedro ni a Juan, siendo estos también hermanos, pero en Espíritu. Es más, Pablo los distingue de los hermanos carnales en su famosa auto-defensa:

¿No tenemos derecho a llevar en nuestras peregrinaciones una hermana, igual que los demás apóstoles y los hermanos del Señor y Pedro? –1 Corintios 9:5

Aún así es preciso señalar que los Ebionitas de Qumrán se llamaban entre sí hermanos y hermanas, fuesen carnales o no. 

Sin embargo, parece que ese sentido de la fraternidad espiritual se perdió con respecto a aquellos que llegaron a odiarles y a ocultar su precioso legado.


Dicho legado ebionita no salió a la luz hasta los años 70, treinta años después de su descubrimiento en Qumran en 1945. Sólo cuando el area pasó a manos del gobierno israelí durante la Guerra de los Seis Días (1967), las autoridades dominicas de la École Biblique perdieron control sobre el estudio de los manuscritos, abriéndose la puerta a otros investigadores de mente más abierta, quienes finalmente publicaron las primeras investigaciones sobre nuevos documentos hallados, sugiriendo revisar la historia del cristianismo, pues uno señores que se hacía llamar Evyonim, Pobres, tenían ideas idénticas a las de los seguidores de Jesús.


Y se consideraban pobres, por ser conscientes de su necesidad de ayuda divina, y dependencia de la Enseñanza.

Bienaventurados los pobres, pues de ellos es el Reino

En Gálatas 2:10 Pablo narra lo siguiente:

Sólo nos pidieron que nos acordáramos de los pobres, cosa que procuré yo cumplir con mucha solicitud.

Dicha petición provenía de los Tres Pilares de la Iglesia Nazarena –Yaakob, Simon y Yojanan–, y la realizaron justo cuando le dieron a Pablo el permiso para llevar el evangelio de la circuncisión del corazón a los idólatras gentiles, más concretamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel (humanidad espiritual).

Lo relatado en Hechos de los Apóstoles parece hacer ver que Pablo ciertamente se esforzó en cumplir dicha petición, reuniendo incluso dinero en sus viajes para ayudar a los Evyonim. Aunque no hay pruebas de que dicha colecta fuese aceptada o siquiera bienvenida. Si con los Nazarenos ya había distancia, con los Evyonim, que vivían más apartados aún, no había ni contacto.

De lo que no hay duda es que aquellos Esenios Ebionitas o Evyonim y la Iglesia/Congregación Nazarena fueron los depositarios de la Enseñanza del Maestro Yahshua, y por tanto los custodios legítimos de la misma, encargados de preservarla sin alteración pagana.

Por desgracia, aquella petición que se le hizo a Pablo no les gustó a los cristianismos romanizados, los cuales condenaron la Llave del Conocimiento y podaron sus raíces hebreas, envenenándose con la mentalidad idólatra de Roma, introduciendo el culto a ídolos materiales, alteraciones flagrantes en los Evangelios, y promoviendo información anti-semita contra aquellos cuya única intención era permanecer en las raíces.

Un caso más desafortunado que el de los Ebionitas fue el de los Neo-Nazarenos, que a pesar de tratar de volver a las raíces tras la ruptura de la Iglesia en el 135EC, cayeron un cierto judaísmo farisaico, aunque su intención fue también noble.

Por suerte, Pablo y sus primeras congregaciones judeocristianas nunca fueron romanizadas. Y aunque fueron perseguidas y masacradas por Roma, permanecieron vinculadas a las raíces hebreas de la Iglesia de Jerusalén, dándoles legitimación apostólica.

Aunque eso ya irá quedando claro en los próximos artículos sobre el Camino original.


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[1] Citado por Robert Eisenman en James, the Brother of Jesus. Obra con audaces teorías bien documentadas, pero con ciertas interpretaciones que no tienen en cuenta el sentido alegórico de las Homilías Clementinas atribuidas a Ebionitas de los siglos II-IV. 

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